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I'm With You de Alynev "Segundo Capitulo"


Tan solo es un día más

Había un ruido molesto en la habitación. Demasiado molesto. Tan solo quería seguir durmiendo unos minutos más ¿Era mucho pedir?
Sabía que no seria posible seguir durmiendo. Hoy seria el primer día de clases. Hoy comenzaba mi segundo año de preparatoria. Las vacaciones habían acabado y seria hipócrita si dijera que las disfrute.
Me levanté pesadamente de la cama y me senté en la misma. Esperé unos minutos hasta poder abrir completamente lo ojos. El despertador seguía haciendo ruido, por lo que estire mi brazo derecho hacia la mesita de noche y presioné el botón de apagado suavemente.
Me levante de la cama lentamente (aun no despertaba completamente) y me dirigí hacia mi la puerta que llevaría a mi armario. Este era del tamaño de lo que seria una habitación normal y no exageraba. Mi habitación era tres veces más grande que él. Mi vida estaba llena de lujos. Vivía en una mansión, iba a una escuela prestigiosa, podía tener lo que quisiera (aunque no lo necesitara). Si, que gran vida.
Me dirigí justo al fondo, donde me aguardaba mi uniforme escolar. Lo tome y Salí de inmediato de allí. Seguramente muchas chicas quisieran tener un armario así, pero yo no era un de esas chicas. Odiaba el hecho de tener que entrar allí por el más mínimo objeto. Ni siquiera me detenía a observar otras cosas, tan solo entraba y salía rápidamente sin dar importancia a nada.
Fui hacia el baño. Deje el uniforme en un pequeño armario que se encontraba justo al entrar por la puerta para poder arreglarme para el largo día que me esperaba hoy. Hubiera querido poder darme un relajante baño, pero tampoco me lo podía permitir. No podía llegar tarde a mi instituto, puesto que era presidenta del consejo estudiantil.
No tome el tiempo de cuanto tarde en ducharme, pero calculo que fueron más o menos diez minutos. Me puse rápidamente el uniforme y salí inmediatamente.
Volví al armario, esta vez para arreglarme.
Me senté en el banco que estaba frente a al tocador. Tomé un cepillo y comencé a desenredar mi cabello lentamente. Fijé mis ojos en el espejo y dejé el cepillo en un cajón.
<> me dije a mi misma.
Era una rutina diaria. Siempre la misma frase, siempre la misma pregunta, pero nunca una respuesta.

Aun así, no me cansaba de pensarlo. Tal vez, solo tal vez algún día encuentre una respuesta.
Deje de pensar en el asunto. Tomé dos mechones de cabello y los sujeté hacia atrás con pasadores. Observé mi reflejo por unos cuantos segundos. Mi cabello caía suavemente en unas cuantas ondas sobre mis hombros.  Era color castaño claro. Era largo, pero no demasiado. Me acerque un poco mas al espejo  y observé mis ojos. Era de color verde claro, aunque muchas personas los llegaban a confundir con el color azul, pero de cerca eran tan claros “como el agua”. Mi piel, a decir verdad, era muy clara, tal vez el término adecuado sea como porcelana. Aunque todo contrastaba perfectamente. No era muy alta, medio un metro sesenta y cinco centímetros, pero estaba conforme con ello. Mis facciones eran finas. Sacudí mi cabeza ligeramente. Era raro cuando me fijaba en mi aspecto. Nunca utilizaba maquillaje, no lo necesitaba, aunque tampoco me gustaba.  Solo lo hacia cuanto tenia algún tipo de evento o ceremonia importante, mas nunca en la escuela.
Acomodé mi uniforme y mi cabello de nuevo para salir de ahí.
<>Pensé con amargura. Después de todo volvía a mi rutina diaria.
Tome mi maletín, el cual estaba abandonado en una silla que estaba enseguida de la puerta. Era de piel, color negro. Ahí cargaba los documentos que necesitaba para la presidencia, además de una computadora portátil que era muy útil de ves en cuando. Afortunadamente no utilizábamos mochilas, puesto que en cada salón estaban los materiales personales que utilizábamos (Libros, libretas, bolígrafos). Era algo que agradecía.
Di un largo suspiro antes de salir de mi habitación. Este definitivamente seria un día difícil, en especial si tenías que dar un discurso para cientos de personas. Otra de las ventajas de ser presidenta.
Bajé las escaleras rápidamente. No tenia prisa alguna, tan solo lo hacia para ejercitar mis piernas. Siempre lo hacia. Corría por ellas sin importar nada más. Me divertía hacerlo. Una de las pocas satisfacciones que tenía.
Me dirigí rápidamente al comedor. Mi casa era un laberinto en verdad, pero tantos años viviendo aquí servían de algo, aunque debo admitir que había veces en las que me perdía completamente.
Al entrar al comedor me llevé una gran sorpresa. Mis padres estaban allí, desayunando. Increíble de creer. Técnicamente yo vivía sola en la mansión, sin contar al personal que trabajaba aquí. Mis padres nunca estaban en casa y cuando venian, era por algunas horas, máximo dos días. Siempre viajaban por negocios.
 No se por qué, pero a pesar de estar acostumbrada a estar sola, me alegraba verlos, aunque fuera unos minutos.
–Buenos días padre, madre–Siempre que los saludaba era formalmente. Tenia que ser así sin importar que. A decir verdad no recuerdo ninguna vez e la cual los haya llamado papá o mamá.
Ninguno de los dos se inmuto ante mi presencia, al igual que siempre.
Mi padre leyendo el periódico y mi madre trabajando en su computadora.
Si, una gran familia feliz.
Me senté en una de las sillas, la que estaba frente a mi madre. Me quede en silencio, esperando que alguno de los dos sintiera mi presencia, al menos hasta que Rose trajera el desayuno. Y apareció mágicamente con una bandeja en la cual llevaba varios platos de comida (Fruta, pan tostado y jugo). Los dejó sobre la mesa y sirvió. Primero a mi padre, seguido de mi madre y yo por ultimo. Indiscretamente le di las gracias con una mirada. Siempre lo hacia, hablando, pero dado el hecho de que mis padres estaban aquí, no lo hice, porque para mis padres tan solo era la servidumbre que trabajaba para ellos. Yo pensaba todo lo contrario. La “servidumbre” era prácticamente mi familia. Me había criado sola con ellos. Otro pequeño pedazo de felicidad que podía poseer al menos.
Rose devolvió la mirada, comprendiendo mi mensaje y salió del comedor inmediatamente. Tomé un pan tostado y le unté un poco de mermelada de fresa.  Lo comí, disfrutando cada bocado hasta acabarlo por completo y continuar con otro. Tome un poco de jugo de naranja para poder seguir con el segundo pan, que estaba a medio comer.
–Aria, hoy es tu primer día de escuela ¿Cierto? –dijo mi padre. Dejé el pan tostado en el plato. Realmente me sorprendía que hablara, pero al menos había preguntado algo relacionado conmigo.
–Es correcto padre–contesté.
– ¿Ya haz hecho tu discurso de bienvenida para los nuevos alumnos? –preguntó.
No me sorprendía en absoluto que preguntara eso. Fue por orden de mis padres que tuve que ser la presidenta del consejo estudiantil. Seguramente todo de lo que hablaríamos seria sobre eso.
–Si.
–Bien. Como sabrás entraran nuevos alumnos a primer grado, pero también habrá dos nuevas personas que entraran a tu salón. Son los hermanos Ford, y, como recordaras, ellos vivían en Inglaterra, pero se han mudado aquí  y no conocen a nadie, según lo tengo entendido. Hazte amiga de ellos. Su padre tiene negocios con nosotros y que fueras amiga de sus hijos seria bueno–dijo y siguió leyendo el periódico.
Era de esperarse. Como la hija de grandes empresarios tenia que formas vínculos amistosos con hijos de otros empresarios. En eso se basaban todas mis amistades. No tengo ningún amigo que no haya sido destinado por mi padre o por mi madre. Tan solo son amigos con “intereses” por llamarlo de alguna manera.
–Esta bien padre. Yo misma les daré la bienvenida–. Sonreí ligeramente, aunque mi padre no pudiera verlo.
Ninguna otra palabra fue dicha sobre la mesa. Termine el desayuno y me levante de la mesa.
–Es hora de irme–dije y salí inmediatamente del comedor para dirigirme a la puerta principal.
–Aria, espera– dijo una voz detrás de mí.
Era Rose.
– ¿Qué es lo que pasa Rose? – le pregunté amablemente.
–Olvidaste tu maletín–. Extendió un brazo y me dio el maletín.
–Gracias Rose.
Abrí la puerta y para dirigirme al automóvil, pero Rose me detuvo de nuevo.
– ¿Qué es lo que sucede ahora? – sonreí ligeramente.
–Buena suerte con tu discurso. Estoy segura que será todo un éxito–. Tenía una gran sonrisa en su rostro.
–Muchas gracias. Es hora de irme, adiós– dije y cerré la puerta detrás de mí
Rose había sido mi nana. Ella era la persona que me había cuidado todo el tiempo. Era como una madre para mí. No tenía hijos. Había prestado todo su tiempo en servir a la familia Armstrong. Tenía 46 años y aun seguía aquí, lo cual agradecía.
Fui directamente al automóvil. Ahí se encontraba Bruce, el chofer.
–Buenos días señorita Aria–me saludó cortésmente.
–Buenos días Bruce–le devolví el saludo.
Abrió la puerta del auto y yo entre en el. Bruce tomó el asiento del conducto y arranco el motor. Ahora nos dirigíamos a mi escuela, la academia St. Rose, una academia de prestigio, con la mejor educación y miles de cosas en las cuales no quiero pensar.
Antes de lo esperado ya estábamos en la academia. Bruce salió del auto para abrirme la puerta. Le había dicho miles de veces que no hiciera eso, pero seguía sin hacerme caso.
<> pensé.
Salí del auto y le di las gracias a Bruce. Había muchas personas ya y entre ellas  mis “amigos”. Me dirigí con ellos.
–Buenos días– los saludé.
–Buenos días– contestaron todos al unísono.
–Me pregunto que clase de cosas tendremos este año– Dijo Anne, una chica de lo mas materialista y prejuiciosa.
–Espero encontrar gente a la cual molestar este año. Ya me canse de las mis mas personas de siempre– Johnathan, lo mismo que Anne, pero versión masculina.
–Concuerdo contigo– dijo Josh, riendo ligeramente.
Todos mis “amigos” eran iguales. Tal vez unos mas materialistas o prejuiciosos que otros, pero iguales. Aun faltaban algunos, tal vez llegarían mas tarde.
–Y lo mejor es que Aria es presidenta del consejo estudiantil, por lo cual no hay problema– dijo riendo Johnathan.
No podía hacer nada contra ellos. Orden de mi padre.
–Bien por ustedes. Yo me tengo que ir al salón de asambleas–dije y me fui de ahí. No entendía como los soportaba, pero mientras fuera orden de mi padre, no importaba mucho.
La academia era grande en verdad y el salón de asambleas en verdad estaba lejos, pero tenia que estar allí en menos de quince minutos, pues eso faltaba para comenzar el nuevo año.
Caminé un poco más rápido hasta llegar al gran salón de asambleas.
–Buenos días Aria– me saludó el director.
–Buenos días director, ¿Cómo se encuentra el día de hoy?
–Excelente. Gracias por preguntar, ¿Lista para subir y dar el discurso?
–Completamente.
–A propósito. Me gustaría que fueras a mi oficina mas tarde, cuando tengas tiempo libre–dijo alegremente.
–Claro, ahí estaré lo antes posible.
–Bien, te dejo, tengo algunas cosas que hacer–se despidió y se fue.
***
Ya habían pasado varios minutos, lo cual indicaba que era hora de mi discurso.
Subí al podio. Había una multitud de gente en el lugar. Todos callaron una vez que me vieron, esperando que esto acabara lo más rápido posible.

–Antes de comenzar, me gustaría darle la bienvenida a los nuevos alumnos y alumnas que se incorporaran a nuestra querida y prestigiada academia, St. Rose. Mi nombre es Aria Armstrong y soy  presidenta del consejo estudiantil. Como todos los años, es una gran satisfacción para todo el personal que hace que esta escuela sea tan prestigiosa. Darles la bienvenida a todos los alumnos de nuevo ingreso. Sabemos que este año estará lleno de sorpresas, cambios, retos e incluso ideales.  No quiero hacer algo muy largo, por lo cual, por medio de estas palabras espero que tomen la academia St. Rose como su casa, y , en nombre del director Parker, una vez más, les doy la bienvenida– terminé de decir y di una brillante sonrisa para después, bajar de ahí.
Escuche los aplausos. Yo tan solo me alegraba de haber terminado. Tal vez no fue el gran discurso, pero tampoco estuvo tan mal.
Tomé mi maletín y me retiré a la sala del consejo estudiantil. Era el primer día, por lo que había mucho que planear. No tenia que asistir a la primera clases, ya que era la presidenta, por lo que me podía ausentar cuando quisiera.
Llegué a la sala del consejo estudiantil. Era elegante. Tenía pinturas de reconocidos pintores, algunas plantas decorativas, el aula de trabajo y una pequeña sala de descanso, donde se podía tomar el té. Aun no llegaba nadie.
Me dirigí al aula de trabajo. Tenía que planear todas las reuniones que se levarían a cabo en toda la semana: reuniones con los líderes de clubs, maestros, el director. Necesitaba algo de ayuda.
Me dispuse a hacer mi trabajo. Prepare un poco de té u puse manos a la obra.
***
Pasó aproximadamente una hora y media y apenas tenía la mitad del trabajo hecho. Lo terminaría mas tarde. Por ahora, iría a las clases y a conocer a los hermanos Ford.
Salí del aula de trabajo. Me detuve un momento. Me acerque a la gran ventana, que daba vista al jardín, y me recargué en ella. Observaba el magnifico panorama que se alzaba frente a mis ojos. Un gran jardín de rosas blancas y rojas, junto con otras, las cuales hacían complemento. También había grandes árboles. Era simplemente magnifico de ver.
Enseguida me percaté de algo. La ventana estaba rota. Había sido una pelota de baseball. Había algunos trozos de vidrio en el suelo. Me di la vuelta y otra pelota rompió la ventana, solo que esta vez se dirigía hacia mí.


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